A diferencia de hace unas décadas, los niños hoy en día viven muy cargados de actividades extraescolares, tareas para casa.. y es que tienen una agenda muy en consonancia con el estresante ritmo de vida de sus padres.
Se han publicado estudios que demuestran que el exceso de estrés durante los primeros años de vida provoca cambios funcionales cerebrales como el aumento de cortisol y puede provocar problemas psicológicos. Están expuestos a un flujo constante de información que no son capaces de procesar, generándoles una sensación de inseguridad y provocando reacciones forzadas que no les pertenecen por su nivel madurativo, para agradar a los adultos.

John Payne ha publicado un libro “Crianza con simplicidad” donde argumenta cómo la reducción de exigencias a los niños disminuye su ansiedad y hace que mejoren su funcionalidad en un 68% y mejoren tanto sus capacidades cognitivas (concentración y memoria) como sus resultados académicos.

Por eso digo que el estimular por estimular no siempre es beneficioso. En estos casos el reducir la estimulación con el control ambiental va a provocar mejor rendimiento.
No os hago más que una invitación a la reflexión sobre si:
¿Tiene mi hijo demasiadas actividades? ¿Tiene demasiados juguetes? ¿Demasiadas opciones? ¿Demasiadas responsabilidades? ¿Demasiada velocidad?
No olvidemos que son niños y merecen vivir como tal.